La lágrima de un niño

¿Alguna vez has creído que no tenías lugar?

¿Alguna vez has soñado con permanecer entre sentimientos que te reportaran cierta paz? ¿Has sentido que no pertenecías a ninguna tierra? ¿Qué no tendrías donde volver tras una guerra, que no hay rincón donde serias recordado una vez te entierran? ¿Has llorado alguna vez, entre límites de niebla?

El triste pesar del que siente que nunca llega, el que no divisa tierra en su horizonte, y no sabe si es sol o estrella. ¿Alguna vez has mirado tu reflejo en el agua y has descubierto que era tu reflejo quien lloraba por ti y tu mejilla estaba seca?

Es triste no saber a donde vas, es triste no tener donde ir. ¿Tú sabes tu lugar? ¿Será el lugar donde vuelves tras cada derrota, tu lugar? Me paso la vida haciendo creer a los demás que yo soy el suyo, que soy el dulce refugio donde pueden descansar. Pero y el mió? Es triste encontrarlo quizás y no poder llegar, ponerle nombre o dejarlo como está… ¿Pondrías tú nombre, a tu lugar? ¿Seria así tuyo?

Dime, tú que me lees y sabrás entenderme, ¿has visto alguna vez la lágrima de un niño? Yo te la describiré. Es una joya de cristal, derramada por un ser inocente que sabe que va a sufrir. En esta joya, se entremezclan perfectamente sus sueños, su alma, y su lugar. Normalmente, esta joya acaba su camino por la mejilla del niño cuando un dedo se interpone en el reccorido. Esta persona que recoge la joya la velará siempre, noche y día. La observará fascinado, y finálmente terminará por conseguir una sonrisa del niño que la derramó. Pero a veces, solo a veces, nada se interpone en el descenso de la joya por la mejilla, y esta, cae estrepitósamente contra el suelo. Allí su ser se disuelve contra la tierra, y se convierte en… Nada.