viernes, 19 de diciembre de 2008


Metió la llave y la cerradura se dejó querer. Caminaba por el portal de su edificio mientras llegó a la bifurcación. ¿Escalera izquierda o escalera derecha? Es triste dar las cosas por hecho, es triste tener una decisión diaria ya tomada de antemano. El vivía en la escalera derecha. No había más misterio. En cambió siempre pensó que debía de haber algo más. No todo estaba perdido. ¿Jugar a equivocarse a propósito o simplemente perder un poco el tiempo? Hoy tenia las dos cosas, tiempo que perder, y errores tras sus pasos. Giró hacia la izquierda. Tantos años y se dio cuenta de que nunca lo había hecho, lógicamente, no tenia sentido. Por otro lado, sintió el rubor de la sangre recorriendo su rostro, como si estuviera cometiendo el mayor de los atrevimientos. Ahora veía el ascensor, era tan familiar y a la vez tan nuevo para él. Una vez dentro pulsó tímidamente el número 5. ¿Si en una secuencia correcta de varios pasos falla uno se hecha todo a perder? Supuso que depende de la relevancia del paso en cuestión. Empezó a sentirse estúpido por su acción. Si se encontrase a algún vecino le dirá que ha tenido un despiste y se confundió de escalera, sin más. Ya estaba ante la puerta 9, piso 5. Acabemos con esto, pensó, y de golpe el tiempo que tenia para perder ya no le parecía tan inútil. Sacó su llave y la introdujo en la cerradura. Ya no podía hacer mas, el juego terminaba aquí. En cambio, la cerradura cedió y poco a poco fue abriéndose.
Respiro el aire que provenía del interior y no pudo hacer otra cosa q toser de forma ahogada. Su vista se nubló por momentos mientras apoyaba sus manos en la pared.
Por lo visto, secuenciálmente aun podía avanzar más.
Abrió la puerta de un portazo. Necesitaba entrar. En seguida reconoció su casa, al menos la distribución, en cambio era como si un coloso la hubiera retorcido con sus manos y estuviera toda del revés. Identificó la pequeña cajonera del recibidor, solo que ahora eran simples tablones de madera esparcidos sin orden y colocados en el lado inverso al que el recordaba. Las paredes de todo el piso eran negras con un brillo interior. Nada más entrar vio la cocina desde la puerta. Los muebles y electrodomésticos comulgaban en una orgía de madera y hierro. No se atrevió a tocar nada, ni siquiera la botella hecha de vino y llena de cristales por dentro. Giró sobre si mismo y apareció corriendo por el salón. Sofás convertidos en estructuras semidesnudas hechas de relleno, hierros libidinosos formando sillas. El televisor era un compendio de cables cubriendo totalmente una pantalla. No quería esto. No quería estar más tiempo allí. Oyó un sonido gutural, un sonido tan interior que por un momento creyó que había oído sus propios pensamientos. Pero no fue así, era un maullido. Sonaba como si un gato se hubiera comido a sus crías y estas aun vivas aullaran en el infierno de su estomago. Sus ojos buscaron la procedencia del sonido. Prácticamente arrastrándose, el animal se fue acercando. Era un amasijo de nervios y músculos de un rojo ennegrecido. Las garras vueltas hacia arriba clavándose en su propia carne. Sus orejas hundidas, su morro era un mirador infinito hacia el interior del animal y sus dientes colocados tan uniformemente interiores, que cada vez que cerraba la mandíbula se mordía su propia garganta. Sus maullidos eran lanzados hacia dentro del animal, revolcándose por cada rincón hasta que salían por los agujerillos de su traquea. Fue dejando un rastro de pisadas sanguinolentas en el suelo negro. Como un estampado perfecto de huellas rojas. El pecho de él latía con fuerza. En su intento de escapar hacia la puerta de entrada solo consiguió dejarse caer abatido por el no-aire que ya llevaba rato respirando. Volteó su cabeza para saber cuan próximo se encontraba el animal cuando este se abalanzó de un salto.
Evocó en su mente la blancura de su piso real. Recordó su calidez y como se sentía cada vez que se metía en su cama, se hacia un ovillo y soñaba con que nunca tenia errores.
En ese instante, su nuevo piso ya no le parecía tan malo.

jueves, 18 de diciembre de 2008

" Y que le importa a nadie como esta mi alma!!
más triste que el silencio
y más sola que la luna
y que importa
ser poeta
o ser basura"
Extremoduro

lunes, 1 de diciembre de 2008

B viajaba en tren. Iba sentado con la cabeza apoyada en la ventanilla. El traqueteo masajeaba sus tímpanos. Sus pupilas se movían rápidamente, no veía árboles o praderas, las leía. El tren hizo una parada. B puso sus ojos en punto muerto hasta que el tren decidiera pasar página. Reinicio el viaje. La mirada de B se turbó y se dirigió hacia delante, justo en frente suyo, rodilla con rodilla, se había sentado A. En aquel momento, ambos se miraron.
En el exterior, los árboles comenzaron a arder, nadie los leía.
Sin bajar la mirada, B abrió la boca y salieron sus palabras. El silbido siseante premonitorio de las palabras llegó hasta A. Sus ojos se llenaron de sangre, cuando llegaron las palabras, estos explotaron con un sonido hueco hacia dentro. Dos regueros rojos surcaban las mejillas de A. B, cerró la boca mientras veía como A abría la suya. Sonido martilleante. B sintió con fuerza como los huesecillos de su oído reventaban hacia dentro clavándose como metralla en su carne. Mientras, el exterior seguía ardiendo. A selló sus labios y como si de un contrapeso se tratara automáticamente se abrieron los de B. Sonidos guturales. A los regueros de las cuencas de A se le sumaron dos medias curvas procedentes de las comisuras de sus labios ahora extremadamente malformadas. Ahora se asemejaba a un payaso con una amputación de boca. B seguía desgarrándole el cuerpo con letras cuando A abrió su garganta pues su boca ya lo estaba, y dejo fluir su palabra. Ambos sonidos chocaron en el camino envenenando aun más el efecto cuando llegaron a los cuerpos contrarios. El cuello de los dos se agrietó, segundos después, ambas cabezas cayeron por el peso hacia atrás sin llegar a despedirse del cuerpo. Ahora sus gargantas abiertas en horizontal se asemejaban a 2 bocas enormes, con arterias como dientes. En el exterior ya no quedaba nada por arder. El tren hizo otra parada.