
Hasta una noche especial y gloriosa de su duodécimo año de vida, él había formado parte de la masa de esclavos que trabajaban en silencio en la vida siguiendo las reglas de la llamada civilización, aunque éstas no tuvieran sentido para él. Simulaba querer a su madre, a su padre, a su hermana y a una multitud de parientes, aunque no sintiera por ellos más de lo que sentía por las personas desconocidas que encontraba en la calle.
De niño, cuando fue lo suficientemente mayor para empezar a pensar sobre estas cosas, se preguntó si algo fallaría en él, si le faltaría algún elemento fundamental en su carácter. Cuando se escuchaba a sí mismo pronunciando falsas palabras de cariño, empleando estrategias de afecto de vergonzosa adulación, le sorprendía lo convincente que le encontraban los demás, pues él captaba la falta de sinceridad en su voz, sentía el engaño de cada gesto y tenia plena conciencia de la mentira que se escondía tras todas sus sonrisas de cariño. Pero un dia, de repente, percibió la decepción en las voces de los demás, la vio en sus rostros, y supo que ellos tampoco habían experimentado nunca amor ni ninguno de los nobles sentimientos a los que se supone aspira cualquier persona civilizada: altruismo, valor, piedad, humildad y todo el resto de aquel aburrido catecismo. También ellos estaban fingiendo. Después llegó a la conclusión de que la mayoría de la gente incluidos los adultos, no tenia la intuición que poseía él y por ello no sabían que las demás personas eran exactamente igual que ellos. Cada uno se creía único, pensaba que algo fallaba en él y que debía seguir fingiendo si no quería ser descubierto y condenado al ostracismo como una cosa inferior al ser humano. Dios había creado un mundo de amor y, al fracasar, había ordenado a sus criaturas simular la perfección que Él no había podido imbuirles. Vassago había percibido esta verdad contundente y había encaminado sus primeros pasos hacia la libertad. Entonces, una noche de verano, cuando tenia doce años, comprendió finalmente que para ser en realidad libre, totalmente libre, tenia que actuar según su entendimiento, empezar a vivir libremente fuera del rebaño humano, teniendo su propio placer como única consideración. Debía estar dispuesto a ejercitar sobre los otros el poder que poseía por virtud de su intuición de la verdadera naturaleza del mundo.
Reino de Tinieblas, Dean R. Koontz